Ignacio Osuna Gómez, quien fuera médico del Centro de Salud de Baena que hoy lleva su nombre y tristemente fallecido en el año 2006, está en un proceso de santidad, promovido por familiares y conocidos. La causa para su beatificación se inició en 2016 y se tramita actualmente en el Obispado de Córdoba.
De Ignacio Osuna, nacido en Écija en 1957, se están recogiendo testimonios por escrito y pruebas que confirman en el proceso abierto la categoría humana y espiritual de este hombre que ejerció como médico rural en Fuente Obejuna además de en Baena. Falleció a los 49 años de edad.
En estos tiempos donde la inmensa mayoría de las canonizaciones recaen en religiosos, sería necesario que un laico comprometido con la iglesia y con los más pobres subiera a los altares para servir como ejemplo. Y es que, hay algunas vivencias que emocionan por la calidad humana y generosidad sin límites de este doctor de entrega absoluta a Dios y a los demás.
Ignacio Osuna siempre estaba al lado del más pobre y necesitado, apadrinó a muchos niños problemáticos, el poco tiempo que tenía lo dedicaba a los ancianos y a drogadictos y a hacer el bien, atendía a muchas monjas que estaban enfermas y formó una pandilla de jóvenes con discapacidad intelectual para salir juntos. En verano organizaba campamentos de siete días para llevar a niños sin recursos a la playa. Era todo bondad.
Con motivo de este trabajo de recopilación de documentos inmersos en este proceso de santidad, la comisión encargada de ello ha descubierto que su abuelo por vía materna, Fernando Gómez, es uno de los más de 200 mártires de Málaga de la Guerra Civil que fueron fusilados.
Nació en Sevilla en 1900, fue un cristiano ejemplar en su corta vida militar y fue fusilado por el bando republicano en Málaga cuando tenía 37 años y era capitán del ejército. Bondadoso con todo el mundo, participó en la guerra de África cuando tenía 21 años, y en el desastre de Annual. Tras tres meses preso, fue liberado y regresó a la península.
En su cautiverio en África dio muestras de su fe en Dios ayudando espiritualmente a muchos compañeros presos como él. Volvió a ser apresado en 1936 y escribió un diario con sus vivencias y unión con Cristo, siendo constantes sus testimonios de fe. Presos de Málaga decían de él que “murió como un santo y un valiente” y que cuando estaba siendo fusilado gritó: “viva Cristo Rey”.