Un equipo de investigación de la Universidad de Córdoba (UCO) ha constatado la existencia de pigmentos de amarillo, azul y rojo en tres grandes estatuas aparecidas en el yacimiento arqueológico de Torreparedones (Baena), cuyas excavaciones dirige el profesor Carlos Márquez. Para ello, el equipo de la UCO, perteneciente al Departamento de Química Orgánica, ha recurrido a la espectrometría Raman, consistente en irradiar la muestra con un láser y medir la luz dispersada, correlacionando el número de onda de dicha luz con diferentes enlaces químicos que hacen posible determinar la naturaleza del pigmento empleado en la pintura. El trabajo ha sido el publicado en la revista Microchemical Journal.
Esto es una constatación más de que, como ya apuntaban otros estudios, las estatuas romanas no fueron blancas en su origen, sino que estaban laboriosamente pintadas de vivos colores.
Según detalla el artículo, para conocer los colores concretos que adornaron las vestimentas de los emperadores Augusto y Claudio y la que posiblemente representara a Livia, esposa del primero de ellos, los investigadores de la UCO calibraron el espectrómetro de acuerdo con los materiales que se pensaba que eran utilizados para colorear este tipo de estatuas. Tras someter las tres esculturas a este análisis, los investigadores concluyeron que los artistas de la Bética emplearon el oxihidróxido de hierro para conseguir el amarillo, el óxido de hierro para el rojo y el azul egipcio, un pigmento conocido desde la antigüedad, sintetizado a base de arena silícea, calcita y cobre.
El virtuosismo de aquellos antiguos pintores de estatuas no se limitó a emplear los colores planos, sino que los mezclaron con carbonato y fosfato cálcico y sulfatos para matizarlos, logrando diferentes tonalidades y dotando a sus esculturas de una profundidad que, si se hubieran conservado, probablemente hubieran impresionado como hizo todo su arte a los renacentistas.
FUENTE: EL DÍA DE CÓRDOBA